miércoles, 12 de octubre de 2011

Reglamento Electoral: Valoración del Voto

Estimados miembros de la comunidad Unetense. Como es de su conocimiento, el Consejo Universitario ha convocado su Sesión Extraordinaria 076/2011 para hoy lunes 10 de Octubre de 2011. Esta sesión tendrá como punto único: Consideración de las propuestas de Reglamento Electoral para las elecciones de Autoridades periodo 2012-2016 y Decanos periodo 2012-2015. Entre los temas a considerar, está la valoración del voto.

Fundamentalmente, los Consejeros tendremos que debatir y decidir acerca de dos propuestas de valoración: la del voto "uno a uno", en el que una persona equivale a un voto, y la del voto ponderado porcentualmente por gremios (profesores, administrativos, estudiantes, egresados y obreros).

Dichas propuestas nos colocan frente a una bifurcación que hará que la decisión tomada en ese Consejo Universitario sea histórica para el futuro de la UNET, trascendiendo a las universidades venezolanas.

La probabilidad de que sea aprobada cualquiera de las propuestas, hasta los momentos, parece ser la misma. Esto resulta sorprendente si se considera que el voto "uno a uno" sólo significa ventajas claras para los estudiantes y egresados, dada la cantidad que ellos representan ante los demás sectores de la comunidad universitaria. Cabe destacar que de los consejeros con derecho a voto, sólo dos NO pertenecen al sector del personal académico.

La opción del voto ponderado porcentualmente por gremios, pareciera estar cimentada por una sola hipótesis: la mejor interpretación de la "democracia en igualdad de condiciones", que establece la LOE, pues es la distribución más lógica y racional, ya que garantiza una representación importante para los administrativos y obreros quienes históricamente se encuentran excluidos del proceso electoral. Quienes adversan esta propuesta, consideran que el escenario planteado es más proclive a las impugnaciones que obviamente y con toda seguridad, harán los estudiantes o egresados. En caso de ser oídas estas impugnaciones, el ejecutivo nacional no permitiría la realización de las elecciones; se conoce que en términos de ley, una impugnación detiene un proceso electoral. Las consecuencias de esta decisión del ejecutivo serían nefastas, ya que en el venidero mes de febrero de 2012, al no tener nuevas autoridades electas, el gobierno pudiera designar a dedo un grupo interventor o imponer unas nuevas autoridades. Sin embargo, es importante acotar aquí, que nuestra actual Asamblea Nacional no fue elegida mediante el voto “uno a uno” de los venezolanos, sino más bien por un “voto ponderado” por regiones y no se ha refutado, al menos formalmente su legalidad.

Por su parte, el apoyo a la propuesta del "uno a uno", está soportado en al menos una de las siguientes hipótesis:
1) Es la mejor interpretación de la "democracia en igualdad de condiciones", que establece la Ley Orgánica de Educación (LOE).
2) Es mejor colocar a la UNET en manos de los estudiantes y egresados, ya que si esta propuesta es aprobada, se le estaría dando al gobierno lo que quiere y éste autorizaría realizar las elecciones; incluso, si los demás gremios afectados por su bajo poder electoral (profesores, administrativos y obreros), impugnaran dichas elecciones, la impugnación no sería atendida por el TSJ y el proceso electoral continuaría.
3) Se especula que los Consejeros Universitarios con intenciones electorales que apoyen esta propuesta, obtendrán automáticamente el apoyo mayoritario que deviene de estudiantes y egresados y, en consecuencia, la cantidad de votos que garantice su triunfo en la próxima contienda electoral.

En torno al tema, me planteo dos interrogantes fundamentales:
  1. Siendo los estudiantes de la UNET un modelo de resistencia política ante el actual gobierno nacional, me sorprende sobremanera que manifiesten anuencia y tanto entusiasmo ante una iniciativa del gobierno de voto “uno a uno” que claramente pretende afectar negativamente a la Universidad Venezolana. En contraste, si la mayoría de los Consejeros Universitarios apoyáramos unánimemente una opción electoral ponderada, que preserve parcialmente la Academia y también contribuya a la justicia social de la participación de todos los sectores; nuestro reglamento quedaría blindado y cualquier impugnación o una eventual intervención, sería mucho más difícil que prosperase. Todo tiene su tiempo y lugar, considero que los estudiantes deberían entender que aunque sean líderes políticos, no son líderes académicos, ni tendrían que serlo, pues ésta constituye otra dimensión de la vida universitaria, inherente al claustro profesoral. Ellos son importantes, valiosos, capaces, inteligentes, valientes, pero deben esperar. Su rol fundamental en este momento es aprender y formarse, serán los líderes del espacio al que su profesión los lleve, incluyendo la misma universidad si se quedan en ésta.
  2. Hemos sido testigos de la vehemencia con que los estudiantes han reaccionado históricamente cuando sienten o perciben que el Consejo Universitario amenaza alguno de sus derechos, esgrimiendo como voz de protesta que no “renunciarán a ninguno de sus derechos adquiridos”. Entonces me pregunto ¿Por qué este ejemplo de convicción, no es argumento suficiente para que todos los consejeros-profesores apoyemos la opción proporcional del voto?, pues si en el Reglamento Electoral UNET, los profesores tenemos cerca del 70% del voto, y nos vemos obligados a renunciar a ese derecho, lo lógico y racional es apoyar la opción que ofrezca el porcentaje más alto de participación profesoral.
Ante esta situación de discutir y decidir forzosamente sobre la ponderación del voto, a la cual el gobierno nos lleva obligados, debería plantearse si la Universidad debe ser democrática en el sentido eleccionario. Al respecto, Gordona (2006:s/p), expone:

"La democracia es un régimen político en virtud del cual los gobernados eligen a los gobernantes. Pero esta descripción, que es fundada cuando se aplica a la forma de gobierno de una nación, ¿Debe aplicarse también a las demás instituciones sociales que esa nación alberga? Se puede decir de estas diversas instituciones que son democráticas en cuanto sostienen la forma de gobierno democrática. Pero que lo sean en este sentido, ¿Las obliga además a ser democráticas en su propio interior?

Si llamamos democratismo a la tendencia no ya a respaldar la democracia como forma de gobierno sino a democratizar todo lo que haya dentro de la democracia, se advierte enseguida que ella es refutable por vía del absurdo. La familia, por ejemplo, ¿debe ser democrática? Una mayoría de tres hijos, ¿debiera imponerse a una minoría de dos padres? En el Ejército, ¿una mayoría de soldados tendría que prevalecer sobre una minoría de jefes y oficiales? La mayoría de los empleados de una empresa, ¿tendría que mandar sobre una minoría de accionistas y ejecutivos?

Bastan estos pocos ejemplos para ilustrar el hecho de que, siendo nuestra sociedad macrodemocrática en cuanto a la elección de sus gobernantes, no por ello está formada por una suma de microdemocracias en otros planos de la vida social. Lo que resultaría de la aplicación universal del principio "democratista" llevaría en verdad, más que a la profundización de la democracia, a su disolución en medio de la anarquía.

Acaso pretendemos que los alumnos elijan a sus maestros. Que los que aún no saben enseñen el camino a los que saben. Afuera quedarían los concursos por antecedentes y oposición en busca de la excelencia de las cátedras. Anuladas serían también las notas que califican a los mejores, aplazan a los peores y justifican las becas a los pobres a cambio de su esfuerzo. El resultado de esta supuesta "democratización" equivaldría a la negación lisa y llana del aprendizaje universitario.

Aristóteles sostuvo que la justicia consiste en tratar a los hombres como iguales en lo que son iguales y como desiguales en lo que son desiguales. Si los consideramos iguales en aquello que son desiguales, caemos en igualitarismo. Si los consideramos desiguales en lo que son iguales, caemos en elitismo.

La democracia existe allí donde trata como iguales a los hombres en lo que son iguales en cuanto ciudadanos, mediante la célebre fórmula "un hombre, un voto". Pero allí donde es necesario premiar el esfuerzo ya no puede regir la democracia sino la meritocracia, de acuerdo con la cual a cada persona, una vez que ha sido tratada como "igual" en su dignidad y en sus necesidades básicas (algo de lo cual todavía estamos lejos), se le permite llegar hasta donde le sea posible mediante el despliegue de su propio potencial.

Todos los jóvenes que aspiran a la universidad debieran gozar entonces de una igualdad de la cual muchos todavía carecen: la igualdad de oportunidades. Pero el resultado, a partir de este común punto de partida, ya no debería obedecer a un criterio igualitario sino al mérito de cada cual. La universidad, en suma, debe ser más democrática para facilitar el ingreso de todos aquellos que quieren y merecen estudiar en ella, pero también debe ser rigurosamente meritocrática en la provisión de las becas, las notas y las cátedras. Sólo así contribuiría plenamente a la realización de la democracia en cuanto forma de gobierno." (1)

Esta larga cita de Grondona(2006) que suscribo en su totalidad, resume mi visión sobre este asunto. En realidad se trata de una discusión necesaria y complicada porque nadie es el dueño de la verdad absoluta. Como humanos, sólo tenemos nuestra percepción particular. Además, quienes aspiran en lo inmediato o en el futuro a cargos de autoridad lucen muy cautelosos en expresar sus puntos de vista. Infiero que es por el temor natural a arriesgarse a herir las susceptibilidades de algunos de los gremios electores debido al alto costo político que supone opinar sobre este tema. Consciente de este riesgo,  asumo el costo que este escrito signifique para mi futuro político dentro de la UNET.

Estamos hablando de dos dimensiones muy diferentes. La dimensión política y las valoraciones que hacen potencialmente ganador a un candidato en ese ámbito, son muy diferentes a las que hacen merecedor del triunfo a un candidato en la academia. En el ámbito político el perfil es básico: tener la nacionalidad, ser mayor de cierta edad y listo... el resto es imagen, carisma y discurso, que por cierto pueden ser en muchos casos una farsa (de ahí la mala fama de los políticos). Por otra parte, en el ámbito académico, quien aspire a un cargo de autoridad, y no considero que pueda interpretarse como discriminatorio, debe contar con un perfil académico exigente, que garantice a la comunidad universitaria que quien resulte electo tenga las mejores credenciales de la institución para ese cargo, que sea excelente en las relaciones públicas, un modelo de ética y un líder con visión clara sobre el futuro de la academia.

Pareciera que no todos entienden claramente lo que es Academia. Los profesores no somos la Academia, somos parte de ella. También lo son los estudiantes y en algunos casos administrativos u obreros que puedan ayudar en el proceso de docencia, investigación y extensión. Así que no se defiende la Academia negociando la participación de los profesores en este nuevo universo electoral forzado. ¿Cuál es la diferencia de estar en desventaja de 3% frente al 97% con el voto "uno a uno", a estar en desventaja 20% frente al 80% con el voto proporcional que propone el gremio de profesores como condición obligante por las restricciones de ley. En bonita trampa hemos caído Sancho; profesores peleando contra molinos de viento!!!. Yo creo que como docentes, como académicos, tenemos que identificarnos con principios y defenderlos o como lo dice Shakespeare, Ser o no Ser.

Parte de esta confusión y controversia, a mi juicio, nace del sofisma de que los estudiantes son la esencia de la Universidad. Si así fuera, no seríamos diferentes de un kinder, una escuela o un liceo. La universidad se debe a la sociedad, en un sentido globalizado, la universidad pretende transformarla a través de la solución de sus problemas con su misión fundamental que es la búsqueda de la verdad, lo que nos lleva al tema del conocimiento, de lo que se investiga, de lo que se define, de lo se comparte, de lo que se divulga, de lo que se enseña y es allí cuando nace nuestra triada fundamental: investigación, docencia, extensión. Ahora bien, ¿Cuáles son los mecanismos de socialización de ese conocimiento, desde la Universidad? No son otros que la investigación, publicaciones, patentes, otros productos, impacto social directo y el desempeño de los egresados, quienes son por excelencia nuestros caballos de Troya, nuestros reservorios de saber, de conocimiento, de capacidad de analizar y gerenciar, son el medio por excelencia de hacer llegar nuestro conocimiento a la sociedad.

Obviamente con esta visión que tengo de la Academia, se me hace difícil pensar que los profesores podríamos o deberíamos renunciar a la responsabilidad (noten que no digo "el derecho") de ser los líderes académicos de la institución. Claro quizás tengo una visión romántica o utópica de la Universidad, pues quien revise nuestra realidad notará que tanto las peticiones o demandas de cualquier gremio, incluyendo el de los profesores, usualmente son socio-económicas y rara vez académicas. Muy poco nos ocupamos de mejorar la esencia de la academia. Y el gobierno a sabiendas de eso, se ha ocupado de introducir en forma de ley, un virus demagógico para que nos destruyamos desde adentro con esta situación que estamos enfrentando ahora.

Como dije antes, son convicciones y ante los ojos de ustedes podría estar equivocado, y podrían tener razón, pero justo en eso estamos, en la búsqueda de la verdad. Insistir en que esto es sólo un asunto de poder y de sus cuotas asociadas, nos debilitará mucho; en realidad es un asunto académico y no deberíamos permitir que la política lo contamine.

Argumentos muy válidos, a mi juicio, formulados por el ex-rector Luis Fuenmayor Toro (2) y por el profesor Felipe Pachano (3) hablan sobre la inconveniencia del voto paritario y el voto uno a uno; dichos argumentos los compartí con ustedes por esta misma vía. Luis Britto García(4) hace planteamientos interesantes que también compartí con ustedes el día de ayer. De la misma forma les invito a escuchar a la psicóloga chilena Pilar Sordo (5), sobre su visión sobre la familia y les pediré la abstracción de cambiar las palabras “familia” por “universidad”, “padres” por “profesores” e “hijos” por “estudiantes” y creo que el mensaje será interesante, pues la analogía es muy válida.

El esquema para seleccionar las autoridades, decanos y jefes de departamento en muchas de las universidades más prestigiosas del mundo, exige que los candidatos provengan de otras instituciones, y a través de un concurso deben presentar a la comunidad sus credenciales, talento, competencias y virtudes, así como el financiamiento y equipos que tienen para investigación, conseguido a través de proyectos para la industria o la nación, y los indicadores de logros de su cargo actual. Así una vez que concluye su mandato en la cualquier universidad, su destino será ser simplemente profesor de esa universidad, o postularse como candidato para un cargo de autoridad en otra universidad. Este mecanismo de designación rompe con el sistema clientelar tan enquistado en nuestras instituciones; que prácticamente obliga a los aspirantes a un cargo a usar estrategias poco éticas para conseguir el apoyo electoral; por ello, quien ofrece bienes o favores, o parece inofensivo, cómplice o complaciente al momento de aplicar sanciones, o quien violenta la equidad en favor de algunos, tiene más opciones de obtener el cargo con respecto a quien tiene las mejores credenciales académicas y de gestión; es un modelo de ética, estricto y justo.

De la misma manera debe ocurrir la selección e ingreso de los profesores a la Universidad, a través de concursos en los que se valoren las credenciales, los conocimientos en el área específica y sus habilidades pedagógicas. Ello haría que alguien al superar este filtro recibiera la investidura académica, lo cual haría un miembro del personal académico diferente a los demás miembros de la comunidad, por ser un líder académico, y al igual que un sacerdote católico, que no podría ser subordinado a un diácono, tampoco podría hacerlo ante otro miembro diferente. Esto tampoco supone una exclusión o discriminación absoluta, pues si un miembro del personal administrativo u obrero tuviera las credenciales de mérito, deberían darse todas las facilidades para que optara a un cargo académico y así teniendo la investidura académica, podría ser elegible como candidato a autoridad.

Todos los argumentos antes presentados, explican por qué en las Universidades mejor rankeadas del mundo la ponderación del voto para los profesores está entre el 60% y el 100%. En ese sentido y cediendo ante una cuestionada ley sólo hasta donde me parece admisible, haré una propuesta de participación proporcional que es parcialmente congruente con mi exposición previa:

  • 33,33% Profesores. (incluyendo jubilados y contratados).
  • 33,33% Estudiantes y Egresados.
  • 33,33% Administrativos y Obreros. (incluyendo jubilados y contratados)

Si esta propuesta no resulta aceptable en el Consejo Universitario, y viéndome obligado por las circunstancias y por mi deber como Consejero Universitario,  naturalmente apoyaré la otra opción del "voto proporcional" y no el "voto uno a uno".

Atentamente,


Algunas citas famosas:

"Prefiero morir de pie que vivir arrodillado" - Emiliano Zapata, Dolores Ibárruri, José Martí, Benito Juárez García, Ché Guevara, entre otros.

"La falta de formación y el análisis pobre y efímero no permiten valorar la verdad y lo que tiene valor en sí, y conducen a la falta de aprecio tanto de las personas como de las acciones correctas. Y la falta de aprecio a lo genuino y a lo que cuenta lleva a la ruina física y moral, y a dar tumbos bruscos, fruto de la improvisación, del no saber detrás de lo que se anda y de la desidia. La auténtica educación es contraria a este espíritu." - anónimo

"Es probable que cualquiera de nosotros, puestos en tan dramáticas circunstancias, se hubiese comportado de manera parecida. Como esos prudentes espectadores de entonces, alegaríamos que no habíamos causado el mal, que nada sabíamos, que no era cosa nuestra, que el primer deber nos pide salvar la propia vida, que no tenemos madera de héroe. Son distintas versiones de la socorrida (y falsa) disculpa de que nuestra obligación moral estriba solo en no hacer daño al prójimo, pero no en impedirlo o reducirlo aun cuando ello esté a nuestro alcance." - Aurelio Arteta


Referencias:

(1) http://www.lanacion.com.ar/870168-la-universidad-debe-ser-democratica "La Universidad, ¿Debe ser democrática?", donde Mariano Grondona explica claramente la falacia de la FUBA en su artículo de La Nación (Argentina), Domingo 24 de diciembre de 2006 (vía Prof. Ricardo Contreras.).

(2) http://www.aporrea.org/educacion/a86856.html Luis Fuenmayor Toro (UCV)




Glosario de términos:

Sofisma: argumentación falsa, pero de apariencia verdadera, con la que se pretende confundir a otra persona. Silogismo vicioso o argumento capcioso con que se pretende hacer pasar lo falso por verdadero.

Demagogia: es una idea política que consiste en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder. También puede referirse a la utilización de sentencias más o menos reales sin aportar matices de tal manera que la frase suene fuerte y dura para así mover a la gente a favor del orador.
De esta forma también se considera como demagogia esa oratoria que permite atraer hacia los intereses propios las decisiones de los demás utilizando falacias o argumentos aparentemente válidos que, sin embargo, tras un análisis de las circunstancias, pueden resultar inválidos o simplistas.
La demagogia es frecuentemente asociada con el favorecimiento y la estimulación de las ambiciones y sentimientos de la población, tal como se presentan espontáneamente. Las promesas que suelen realizar los políticos durante las campañas electorales, son habitualmente criticadas como demagógicas, cuando aparecen como irrealizables. Las democracias liberales modernas, han sido reiteradamente cuestionadas atribuyéndoles la condición de sistemas demagógicos, debido a la utilización intensiva de técnicas publicitarias características del marketing, a la personalización de las candidaturas, la manipulación de los medios de comunicación de masas postergando el análisis político escrito, y el recurso sistemático a polarizaciones absolutas (bien-mal, democracia-antidemocracia, desarrollo-atraso, honestidad-corrupción), o conceptos imprecisos ("el cambio", "la alegría", "la seguridad", "la justicia", "la paz","La libertad","La igualdad" )
Quienes cometen actos de demagogia son denominados demagogos. Para ello suelen contar con equipos de profesionales que aprovechan particulares situaciones histórico-políticas excepcionales, dirigiéndolas para fines propios, para ganar el apoyo de la población, mediante mecanismos publicitarios, dramáticos y psicológicos.
La demagogia puede ser utilizada también para enfrentar poderes legítimamente constituidos, haciendo valer sus propias demandas inmediatas e incontroladas. En este caso el romano Polibio hablaba más propiamente de oclocracia (gobierno de la muchedumbre) como desvirtuación de la democracia (gobierno del pueblo). En este sentido, pensadores como Michael Hardt o Antonio Negri consideran que el gobierno del pueblo es el único sistema democrático real, y cuestionan como demagógicas a las democracias occidentales modernas basadas en la utilización intensiva de los medios de comunicación de masas y la realización de elecciones fuertemente influidas por la demagogia, la falta de educación y la mercadotecnia.
En la historia de las doctrinas políticas se considera que fue Aristóteles quien individualizó y definió por primera vez la demagogia, definiéndola como la “forma corrupta o degenerada de la democracia” que lleva a la institución de un gobierno tiránico de las clases inferiores o, más a menudo, de muchos o de unos que gobiernan en nombre del pueblo.
Aristóteles sostenía que cuando en los gobiernos populares la ley es subordinada al capricho de los muchos, definidos por él como los pobres, surgen los demagogos que halagan a los ciudadanos, dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en función de los mismos. Aristóteles define por lo tanto, al demagogo como “adulador del pueblo”.


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