viernes, 30 de noviembre de 2012

Discurso Acto de Grado UNET 30-11-2012 10:00 am


Palabras de José Luis Rodríguez Pérez
Acto de Grado UNET 30-11-2012 10:00 am


Buenos días….

Comienzo estas palabras agradeciendo a Dios por permitirnos estar aquí reunidos en tan maravillosa celebración, también agradezco al Rector, quien en una muestra de su amplitud democrática me ha concedido una atribución y privilegio exclusivo de su investidura como es tener el honor de expresar las palabras en este solemne acto académico. También agradezco a las demás autoridades por apoyar complacidos esta decisión del Rector.

Voy a separar el discurso en dos partes, la primera se refiere a este acto en sí y la denominaré el Rito de Pasaje y la segunda parte la denominaré ¿Qué depara el futuro?

El Rito de Pasaje

Hace un poco más de 25 años, un 9 de mayo, caminé por este mismo pasillo central para solicitar al Rector de esa época, el Dr. Joaquín Rodríguez que nos confiriera los títulos a los que aspirábamos en un acto que reunía a todas las promociones de ese semestre: ing. industriales, ing. agrónomos, zootecnistas e ing. mecánicos. Ese es un anclaje en mi memoria que activa emociones intensas cada vez que oigo a un graduando repetir esas mismas palabras, como hoy lo hizo Edwar Johan Díaz.

En aquella época no existían las cervezadas, así que el rito de pasaje de bachiller a ingeniero o zootecnista se concentraba sólo en el acto de grado. Hace poco leí en algunos  blogs de egresados de promociones recientes de la UNET que para ellos la cervezada había sido más emocionante que el acto de grado en sí, y que si tuvieran que escoger entre asistir sólo a uno de los dos eventos, seguro se decidirían por la cervezada.
El Dr. Alexander Mansutti, Coordinador General de Investigación y Postgrado de la UNEG, antropólogo de profesión y quien tiene dos hijos egresados de la UNET dice: “La cervezada de la UNET es la vaina más divina antropológicamente hablando, pues es como volver a las cavernas, pero con cerveza y barro.” Mansutti explica esta apreciación identificándola como un rito de pasaje. Parafraseando muchas de sus ideas y agregando algunas pocas mías, continúo, los ritos de pasaje o transición son actos rituales, primitivos, ancestrales, densamente simbólicos, en los que un individuo entra con una condición y sale con otra. El matrimonio y los bautizos son ritos de transición y las graduaciones también. Los estudios universitarios, como todo proceso de socialización se fundamenta en jerarquías. El ejercicio de la autoridad lo ostenta el profesor, esa autoridad es una fuerza ligera que se transforma en poder y dominio, en nuestro caso un dominio fundado en que deberíamos saber más que los estudiantes y que por eso estamos allí para enseñarles. Además se nos confiere el deber de evaluarlos y decidir quiénes se quedan y quienes siguen. De nuevo una autoridad que nos da dominio. Todo proceso de socialización se funda en el hecho de que uno enseña y otro aprende, y el que enseña tiende a controlar el proceso del que aprende. Ello pasa en todas las sociedades, incluidas las más simples y horizontales.

Por ello, volviendo al tema de la cervezada, lo más significativo del acto ritual no lo es la cantidad de alcohol que se consume sino la cantidad de transgresiones y rupturas que se provocan. El estudiante, próximo a graduarse, rompe con la autoridad institucional al confrontar a los profesores que ya no pueden aplazarlo ni impedir que llegue a obtener su título. La bebedera de cerveza es una ruptura con los estereotipos deseables de la Universidad y de una sociedad de rigor como la tachirense donde es mal visto el consumo excesivo de alcohol. En un solo acto y durante un solo día se confronta y asesina simbólicamente la autoridad del profesor y la autoridad de la institución que promueve los arquetipos sociales. En términos freudianos se resuelve un Edipo con el asesinato simbólico de la autoridad paterna representada en la institución y los profesores. Con la cervezada los estudiantes ya casi profesionales despliegan sus alas y las baten frente a las narices de quienes los dominaron durante el tiempo de sus estudios, lo cual es sano y natural pues se preparan para escapar del nido que los formó durante varios años. Obviamente como toda trasgresión, tiende a conmover a quienes pueden sentirse afectados u ofendidos; sin embargo, los profesores debemos entender que al igual que cuando los adolescentes confrontan a sus padres, no lo hacen con odio o por maldad, esta trasgresión lleva implícita, oculta, una manifestación de protesta por una gran pérdida que el mismo individuo prevé que sufrirá muy pronto, perderá la membresía al recinto que lo ha acogido por años, deberá separarse, eso genera tristeza, un duelo, se obtendrá un título, pero se dejan atrás los momentos hermosos propios del pregrado, que no volverán ni que se haga otra carrera alterna.

Como todo acto de este tipo, los transgresores se transforman de nuevo en ciudadanos correctos, ahora convertidos en profesionales independizados de la institución y sus profesores, y la trasgresión ritual desaparece hasta que haya una nueva cohorte de graduandos. Las fiestas de trasgresión no son otra cosa que la reafirmación de la normalidad luego de un corto escape de locura. Después de la despedida de solteros viene el matrimonio, del carnaval viene el miércoles de ceniza y 40 días después la Semana Santa. Ya después de la cervezada los profesores volverán a dominar sus aulas; y los muchachos, futuros cerveceaderos, a estudiar y ajustarse a lo que se les imponga para su formación.

El rito de pasaje no es sólo la trasgresión, debe culminar en un acto que es serio y generalmente solemne donde el iniciado recibe derechos y se compromete a unos deberes. Es por ello que hoy el Rector les entregó un título, pero antes les hizo jurar que lo honrarían ante Dios, sus conciencias y ante la sociedad. Quizás alguno de los graduados, ya cansado y acalorado por el uso prolongado de la toga y el birrete, y por tener que soportar discursos, himnos y protocolo en general, esté pensando arrepentido: yo mejor debería haber recibido mi título por Secretaría. Sin embargo, y a menos que las circunstancias lo impidan, los actos asociados a los ritos de pasaje, deben ser públicos, generalmente protocolares, emocionantes y hasta traumáticos, es la manera de marcar indeleblemente en la memoria del iniciado y de la sociedad que lo rodea, un hecho que define un antes y un después.

En relación al tema compartiré con ustedes la siguiente anécdota: ya próximo a graduarme de mis estudios de postgrado en Cleveland, Ohio, Estados Unidos, uno de mis compañeros de graduación le dijo a nuestro tutor común que a él no le gustaba el protocolo asociado a la graduación  y que por eso lo haría por Secretaría, a lo cual mi tutor le dijo: el acto de graduación es más de su familia y de quienes lo aman, que de usted mismo, así que esa no es una decisión que usted debe tomar unilateralmente, en su caso, su esposa y su pequeño hijo han sacrificado tiempo valioso para que usted estudiara, ha llegado el momento para que les compense ese sacrificio con la satisfacción de verlo convertirse en doctor. El epílogo de este diálogo es que mi amigo efectivamente asistió al acto de graduación y fue, por cierto, quien tuvo más acompañantes, pues su padre viajó desde el Cairo, Egipto, y uno de sus hermanos desde Nueva York. Así al igual que ustedes graduados,  hoy sus padres, hermanos, abuelos, parejas, hijos y otros familiares y amigos, que les acompañan en presencia física o espiritual, y que tal vez recorrieron un largo trayecto para estar aquí, son también protagonistas de este bello acto, pido muy merecidamente un fuerte aplauso para ellos.

En el simbolismo del acto de grado, un bachiller con un birrete del cual cuelga una borla cerca de su oreja izquierda, se lo quita, lo pone bajo su brazo, se inclina frente al Rector, él le coloca una medalla, le entrega un título y al volverse a colocar el birrete, como por arte de magia, la borla cruza éste para colgar ahora cerca de la oreja derecha, y en ese momento, justo en ese momento, un bachiller se convierte en un profesional, en el caso de esta mañana, en un ingeniero o un licenciado.

¿Qué depara el futuro?

En una sociedad de progreso y en pleno desarrollo económico, la obtención de un título debería garantizar el ingreso inmediato al mercado laboral en el área de formación, pero la realidad venezolana no es así, sin embargo, adoptando una actitud llena de mucho optimismo y persistencia, los  graduados deben ejecutar un plan que les permita crear sus propias empresas o ganar alguna de las plazas que requieran sus competencias en diversas instancias, dentro y fuera de la región. El mundo globalizado ha hecho que nuestros egresados se distribuyan a lo largo y ancho del país y muchos en diversos países del mundo. Algunos como empresarios, otros desempeñándose en su área de formación para empresas gubernamentales o industriales. Algunos en la docencia y otros continuando estudios de postgrado. Les deseo mucha suerte y éxito en esa búsqueda. Y un consejo, sin miedo, pues los miedos son especialistas en robarse los sueños.

Esta búsqueda pretende resolver un problema pragmático e inmediato, como es emprender una actividad que permita obtener ingresos económicos y el desarrollo profesional; sin embargo existe un trasfondo filosófico, humano, que no debemos olvidar y que a continuación trataré de plasmar en mi mensaje. Comenzaré con la siguiente anécdota: Cuando John Lennon, el cantante inglés de los Beatles, tenía 5 años, les preguntó la maestra en su primer grado de la escuela, ¿Niños, qué quieren ser cuando sean grandes? Y él respondió: quiero ser feliz. La maestra le dijo: John, no entendiste la pregunta, ¿me refiero a qué profesión quieres tener? Y él le respondió de nuevo: Maestra, disculpe, es usted la que no entiende la vida.
Este diálogo muestra una precoz claridad sobre un objetivo fundamental de la vida; sin embargo, éste no debe ser un objetivo de satisfacción solamente individual, ampliando la idea, Mario Moreno “Cantinflas” dijo: "La primera obligación de todo ser humano es ser feliz, la segunda, es hacer feliz a los demás"
De nuevo esto supone emprender una búsqueda incesante, pues difícilmente la felicidad se puede retener por mucho tiempo, pero si es posible a través de nuestras acciones propiciar que esos momentos ocurran frecuentemente.

Para encontrar los verbos que definen esas acciones empezaré tomando como referencia los diez mandamientos de la ley de Dios que compartimos judíos, cristianos y musulmanes. Estos mandamientos sin embargo en su mayoría están escritos en negativo; es decir, en términos de prohibiciones, y las prohibiciones no conducen a la acción, todo lo contrario. Me voy a atrever a resumir los diez mandamientos en uno solo, en positivo, y con tres acciones: Amar, respetar y honrar  a Dios, a uno mismo y al prójimo. 

Por otra parte Bolívar dijo: "La gloria está en ser grande y ser útil", la Madre Teresa de Calcuta, “Quien no vive para servir no sirve para vivir”, John F. Keneddy: “No preguntes que puede hacer tu país por ti, pregunta que puedo hacer por mi país.”, estas tres frases agregan otra acción fundamental, servir.
Si todos los seres humanos nos ocupáramos de vivir aplicando estas cuatro acciones: amar, respetar, honrar y servir a Dios, a uno mismo y a los demás, aunque utópico como la realidad nos muestra, tendríamos garantías de felicidad individual y social; además de su contexto subyacente como son la paz, la justicia social, el progreso, entre muchos más.

Como universitario debo agregar una acción individual más, citando a José Martí, quien dijo “Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.”, esta acción es trascender.

Hoy entregamos al país un nutrido grupo de valiosos ingenieros electrónicos, mecánicos, informáticos, ambientales, agrónomos y también de licenciados en música, reciban mis felicitaciones, deseos por su éxito y felicidad, y les pido que recuerden siempre que aquí está la “madre que los alimentó intelectual y socialmente”, su alma máter, con los brazos abiertos para sus hijos. Vayan y hagan impacto, transformen esta sociedad en positivo, como muy bien lo dice Paulo Freire: “la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambiarán el mundo.”

Muchas gracias, Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo

José Luis Rodríguez Pérez
jlrodriguezp@gmail.com